El ventilador gira suavemente, apenas logrando combatir el calor de una tarde agobiante en Yerba Buena. El mate, tibio por la espera, se comparte entre madre e hijo. El mantel floreado de la mesa, desgastado por el uso constante, refleja el paso del tiempo. Un vaso de agua, colocado con cuidado junto a ellos, ofrece un alivio momentáneo frente a las altas temperaturas. En ese pequeño universo familiar, Axel González y su madre, Lorena, reviven los recuerdos de otro día en el que el fútbol se cruza con sus vidas. Conviven con la incertidumbre del futuro, pero también con la calma de saber que, a pesar de las dificultades, ambos siguen adelante, unidos por un sueño: el de un joven que empieza a forjar su camino en San Martín de Tucumán.
Axel, de 22 años, es un jugador que recorrió un largo camino para ser parte de las prácticas con el plantel profesional. Su vida, marcada por la humildad y el esfuerzo, lo llevó a ser convocado por Ariel Martos. Ahora, espera ser incluido en los amistosos de pretemporada y, en un futuro cercano, debutar en la Primera Nacional. Esa oportunidad, que para muchos podría parecer fruto de la suerte, fue para González el resultado de años de sacrificio, trabajo constante y, sobre todo, del apoyo incondicional de su familia.
“Me inicié futbolísticamente en San Pablo”, le cuenta Axel a LA GACETA mientras recuerda sus primeros pasos en el deporte. “Luego jugué en la cuarta categoría de Quilmes y estuve un año en Reserva. No me renovaron el contrato, y ahí decidí probar suerte en San Martín, gracias a un vecino que me comentó sobre las pruebas que estaban haciendo”, confiesa el mediocampista.
En un fútbol tan cambiante como el argentino, la incertidumbre es una constante, y Axel no fue la excepción. Tras varias evaluaciones en 2022, tuvo que esperar un año para firmar su primer contrato profesional con el “Santo”. Alcanzar ese objetivo estuvo lleno de desafíos.
Viviendo en Camino de la Virgen, a pocos metros de La Rinconada, Axel debía tomar el colectivo todos los días a las seis de la mañana para entrenar en el complejo. A veces, la rutina se sentía monumental. “La distancia y el cansancio pesan, pero siempre busco dar lo mejor por mi familia. Vivo lejos del club, pero no me quejo. Mi mamá me ayuda mucho en todo, y cuando no puedo, mis compañeros me acercan al complejo. Es algo que valoro mucho de ellos”, dice González, el menor de siete hermanos. “Todos son mayores que yo, y ahora vivo solo con mi madre”, explica
Luego de la ronda de mates, el volante se acerca al patio de su casa para iniciar con las fotografías. En la entrada, una pasarela de cemento sobre el canal marca el paso hacia un refugio sencillo.
Al ingresar, se observan chapas cubiertas con una lona y alambres que forman la fachada del domicilio. El contraste entre la sencillez del entorno y las aspiraciones de Axel es evidente. A pesar de todo, la familia siempre mantuvo la esperanza de que, algún día, el fútbol les brindaría la oportunidad de mejorar.
“Es un sacrificio constante. A veces salgo de casa a las seis de la mañana y regreso tarde, después de entrenar. Pero todo lo hago con mucho amor, porque sé que todo esto vale la pena. Mi mamá, sobre todo, es la que más se sacrifica. Ella siempre ha estado para mí, desde que era pequeño, y por eso quiero devolverle todo lo que me dio”, agrega el talentoso volante del plantel liguista.
Con emoción
Lorena, al escuchar las palabras de su hijo dirigidas a ella, no evita emocionarse. “Es un orgullo para mí”, dice con la voz quebrada. “Cuando él era chico, no tenía muchas cosas, pero siempre le ponía todo el esfuerzo. Ahora verlo llegar hasta aquí me llena de felicidad. Sé que todo lo que hizo no fue en vano. De pequeño, él siempre estaba jugando al fútbol”, agrega “Lore” mientras mira a su hijo con una sonrisa llena de orgullo.
Pero Axel no solo se dedica al fútbol. En su tiempo libre, se convierte en el apoyo fundamental de su madre. “A veces, cuando ella llega tarde del trabajo, yo me encargo de cocinar, de limpiar, de ordenar”, comenta. “Sé que ella trabaja mucho, y no puedo quedarme de brazos cruzados. Siempre intento darle una mano en lo que pueda”, confiesa el volante sobre su madre, quien se desempeña como empleada doméstica y también trabaja en una pollería de la zona.
La gran chance
La oportunidad que recibió Axel, al ser llamado por el flamante cuerpo técnico de San Martín, representa para él mucho más que un simple ascenso en su carrera deportiva. Es la oportunidad de devolverle a su familia todo lo que hicieron por él. “Fue un momento muy emocionante. Estaba comprando cosas para la Navidad cuando me llamaron. Mi mamá fue la primera en enterarse, y su reacción me llenó de felicidad. Ella me dijo que estaba muy orgullosa de mí, y para mí eso es lo más importante”, recuerda González.
“Entrenar con el primer equipo no me lo esperaba, pero me preparé para eso. En cada entrenamiento, me esfuerzo al máximo. Sé que, si quiero quedarme, tengo que demostrarlo”, explica Axel, que no la tuvo nada fácil. “Siempre me ha tocado empezar de abajo, pero no me quejo, porque cada paso que doy es un paso más cerca de mi sueño. Y sé que mi mamá lo ve, y eso me da fuerzas”, agrega.
Con la mirada fija en el futuro y con el firme objetivo de seguir ayudando a su familia, González tiene un anhelo: “Mi sueño es debutar en el torneo con San Martín. Es algo que siempre he querido, y ahora que estoy cerca de lograrlo, me siento agradecido. Pero también sé que debo seguir luchando, porque esto es solo el comienzo. Quiero seguir creciendo y, sobre todo, quiero hacerlo por mi mamá. Ella es mi mayor motivación”, concluyó el mediocampista de la Reserva que pide pista en la pretemporada.